Rodrigo García de la Cruz es Presidente de AEFI (Asociación Española de Fintech e Insurtech). El ‘sandbox’ español no es pionero, pero sí uno de los más ambiciosos, preparados, competitivos y abiertos de la Europa continental
La economía española afronta un futuro que vendrá marcado por una recuperación que será más robusta según nos vayamos acercando a un escenario de vieja normalidad, gracias a la vacunación masiva que lleva aparejada una caída sostenida de la incidencia del virus. Sin duda, el verano será una prueba de fuego para demostrar si realmente estamos preparados para recuperar ese escenario, aprovechando la vuelta a la actividad casi plena de sectores con un peso específico fundamental para la economía española, que confía en contar con el vigor suficiente como para recuperar en un tiempo prudencial los niveles de PIB y actividad precrisis.
En este contexto, los fondos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, que pondrán a disposición los recursos suficientes para financiar proyectos concretos, impulsando las transiciones digital y ecológica, y reforzar la cohesión como valor fundamental en el que se basa el proyecto comunitario, deben tener en cuenta a las startups con un claro componente tecnológico, que debe convertirse en referencia para fortalecer nuestro tejido empresarial y ayudar a diversificar el peso de los diferentes sectores productivos, una de las necesidades que ha demostrado la crisis económica derivada de la sanitaria.
Con el Covid-19, el paradigma ha terminado de transformarse y la digitalización se debe situar como un puntal para seguir creciendo, las compañías del ecosistema fintech han adquirido un mayor peso específico, demostrando la agilidad en la prestación de diferentes servicios, permitiendo obtener financiación y realizar inversiones desde el sillón de casa, digitalizar los pagos para reducir el efectivo y los desplazamientos en los pagos. Su protagonismo debe reforzarse en este nuevo escenario, pero todavía necesita superar varios factores. En primer lugar, porque se trata de una industria todavía en construcción, en muchos casos, con unos modelos de negocio que todavía están en desarrollo y, por otro lado, porque falta trabajo para facilitar la puesta en marcha de un negocio digital en España, que a día de hoy está penalizado por la falta de suficientes incentivos fiscales y a la inversión en startups.
Pero el ecosistema ha trabajado duro en estos últimos años, como ha demostrado la aprobación y puesta en marcha del sandbox financiero, cuya primera ronda ya está en marcha después de que hace escasas semanas se hicieran públicos los 18 primeros proyectos seleccionados por el Tesoro, y la segunda ya está convocada, y pretende situar a España como referencia en el ámbito de la innovación financiera en el continente, al contar con un potente campo de pruebas para la innovación en el ámbito de las finanzas y seguros, que se configure como principal foco de atracción de talento nacional e internacional.
El Gobierno tenía el proyecto de ley prácticamente listo a finales de 2018, lo que hubiera situado a España como un país pionero, pero las sucesivas convocatorias electorales, la pandemia y el ya de por sí tedioso proceso de tramitación parlamentaria lo retrasaron. Pero lo importante es que ya está aquí para atraer innovación, talento e inversión, con unos cálculos aproximados que sitúan en 4.000 el número de nuevos empleos dentro del ecosistema y la atracción de 500 millones de euros de inversión adicionales.
El sandbox español no es pionero, pero sí es uno de los más ambiciosos, preparados y competitivos de la Europa continental y abierto a nivel internacional, lo que nos permite aspirar a convertirnos en referencia para la Unión Europea y Latinoamérica, como ya lo es el Reino Unido para el mundo anglosajón, precisamente para que nuestro país herede en el marco de la UE esa vía de desarrollo de la innovación financiera. Es ambicioso porque da cabida a proyectos transversales, que son elegidos en función de su grado de madurez e innovación, que podrían tener un impacto muy importante en el sector financiero, y completamente innovadores en el ámbito de los servicios financieros enfocados para mejorar la experiencia del consumidor, facilitar el cumplimiento normativo de entidades en cuestiones de gestión de riesgo o blanqueo, mejorar la eficiencia en la prestación de servicios y el ahorro en costes en favor del usuario final.
En un país algo cainita, es justo reconocer que el trabajo conjunto de todos los players implicados, tanto en el ámbito público como en el privado, que nos han permitido llegar hasta aquí en un plazo razonable de tiempo, sorteando la pandemia, las repeticiones electorales y otros factores externos que amenazaron con terminar por enterrarlo. En la decisión de elección de proyectos están involucrados Tesoro, Banco de España, CNMV y la Dirección General de Seguros y Pensiones (DGSFP), según el supervisor que aplique en cada proyecto, con el Tesoro como maestro de ceremonias y director de orquesta. Una labor que sirve como ejemplo a seguir, como el caso de la DGSFP, que ha realizado una firme apuesta por colaborar en el desarrollo de nuevos proyectos por parte de las insurtech para apoyar nuevos modelos de negocio, adaptados a la transformación de la sociedad y las nuevas necesidades que los ciudadanos demandan, apoyados en la innovación tecnológica de forma rápida y ágil.
La regulación, el respeto al principio de proporcionalidad y el acceso sencillo a la financiación seguirán siendo los grandes caballos de batalla en los que trabajar para allanar el camino de las startups y las compañías que apuestan por la innovación financiera. Con datos a cierre de 2019, España era el segundo país con más startups, solo por detrás del Reino Unido, pero solo contaba con el 3% del total de la inversión en el continente europeo.
La puesta en marcha del sandbox supone ya el mejor catalizador para trazar sinergias entre las grandes entidades y los proyectos innovadores que sean eficientes, que protejan al consumidor y promuevan la estabilidad financiera, como claves para seguir avanzando y situar al ecosistema fintech de nuestro país como referencia a nivel europeo. España tiene un gran reto por delante que puede y debe asumir.
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