Aiyana Moorhead, Country Manager para España de Pleo. La situación excepcional que hemos vivido durante estos meses ha requerido que se adopten también medidas excepcionales. La crisis del coronavirus ha obligado a las empresas de todos los sectores a reinventarse. En este sentido, el teletrabajo ha sido solo la punta del iceberg, las diferentes compañías…
La situación excepcional que hemos vivido durante estos meses ha requerido que se adopten también medidas excepcionales. La crisis del coronavirus ha obligado a las empresas de todos los sectores a reinventarse. En este sentido, el teletrabajo ha sido solo la punta del iceberg, las diferentes compañías han tenido que dar un lugar prioritario a la digitalización, proveyendo a sus empleados de las herramientas y condiciones óptimas para poder desempeñar su actividad y seguir ofreciendo su servicio; todo a marchas forzadas.
A pesar de esta realidad, a nivel tecnológico, España cuenta con unas buenas condiciones. El 80% de la población se beneficia del despliegue de la fibra óptica, lo que permite trabajar a distancia sin que el proceso se ralentice. La tecnología no es un impedimento, pero, la falta de previsión y de una cultura laboral que reconozca el teletrabajo ha hecho mella en el 60% de empresas que han continuado con su actividad durante el estado de alarma, según Randstad.
En este contexto, el factor humano ha sido fundamental y, en ocasiones, desatendido. Los equipos han debido adaptarse a una realidad abrupta, en un escenario marcado por la incertidumbre, la improvisación y la necesidad de una mayor autonomía y flexibilidad. Muchas compañías han llevado a cabo acciones para favorecer a sus clientes en momentos difíciles con el fin de transmitirles que no están solos. A nivel interno, este tipo de campañas también se han visto reflejadas en muchas empresas, ya que, si el equipo humano no está satisfecho con la cultura de la empresa, no se podrá dar respuesta a las demandas y necesidades de los diferentes clientes.
La COVID-19 ha marcado un antes y un después en las organizaciones. No solo en sus necesidades, sino en sus rutinas de trabajo, permitiéndoles migrar hacia modelos más dinámicos y ágiles. La desescalada ha desembocado en una realidad totalmente distinta a la que conocíamos, sobre todo en lo laboral. La ya conocida como “nueva normalidad”, ha evidenciado que contar con equipos motivados, comprometidos e implicados ha posibilitado la supervivencia y la continuidad de la actividad de muchas empresas.
La instauración del trabajo en remoto, motivado por el coronavirus, ha empujado a muchas compañías a habilitar nuevas políticas y medidas que beneficien a sus trabajadores. Entre ellas, la conciliación lidera la conversación en estos días. Aunque aún son muchas las organizaciones que están en proceso de adaptación e introducción de estas nuevas directrices, ya se ha dado un primer paso. La COVID-19 ha abierto la puerta a situaciones que no creíamos que pudieran ser posibles: horarios flexibles, jornadas reducidas, remodelación de estrategias que aseguren un buen ritmo productivo, cambios en los modelos de negocio… han sido solo algunas de las consecuencias “positivas” de esta pandemia.
La nueva realidad ha sido fruto de una carrera a contrarreloj en la que las empresas y todos los que las conforman han tenido que exigirse el doble para salir vencedores. No obstante, también es la prueba evidente de que un equipo suficientemente motivado, satisfecho con la cultura laboral de su empresa y totalmente integrado puede dar resultados iguales o mejores en situaciones adversas frente a periodos estables. La clave para reinventar un nuevo concepto de normalidad en lo laboral se basa precisamente en esto: incorporar y mantener políticas e iniciativas que favorezcan y posibiliten la conciliación, e incluso, seguir trabajando por encontrar un equilibrio que beneficie en su conjunto al empresario y trabajador.
Pero no sólo lo relativo a la adaptación y flexibilidad de los horarios de trabajo está la fórmula para mejorar la calidad de vida de los empleados en el trabajo. El tan comúnmente llamado “salario emocional” toma ahora más sentido que nunca ya que empresas y empleados se plantean cómo será el futuro del trabajo a partir de ahora. Flexibilidad horaria, sí. Pero también actividades de teambuilding y RSC, wellness corporativo, retribución flexible o, simple y llanamente, la facilitación de las gestiones diarias que el trabajador tiene que hacer en su actividad del día a día, sin tener que ser quien cargue con los gastos o complicaciones, serán las claves para fortalecer la figura del trabajador, mejorando su bienestar, su compromiso con la empresa y su productividad. Algo que, sin duda, nos beneficiará a todos los que formamos el tejido empresarial.