La expectativa de cambio en la política monetaria de los bancos centrales con el auge de la inflación ha generado un escenario mucho más favorable para los bancos, cuyos márgenes han venido sufriendo la larga temporada de tipos cero e incluso negativos.
No es un secreto que esta larga travesía en el desierto de más de un lustro ha venido obligando a las entidades financieras a concentrarse en la reducción de gastos para hacer frente al efecto que sobre sus márgenes de negocio tenían los bajos tipos de interés. La digitalización y los sucesivos procesos de ajuste de sobrecapacidad en redes de oficinas y plantillas han sido las herramientas empleadas para proceder a la reducción de costes.
Inmersos en pleno debate en el mercado español sobre el riesgo de exclusión financiera a colectivos no digitalizados como el de los mayores, conviene no olvidar que las multimillonarias inversiones realizadas por la banca en transformación digital le permitieron prestar servicio a sus clientes y operar en un período tan crítico como el que vivimos durante la primavera de 2020 a causa de la pandemia de la Covid. Por primera vez las entidades «eran parte de la solución y no del problema »
Por el lado de los ingresos, y ante la caída de márgenes, la banca también optó en paralelo por desarrollar las comisiones que cobra por la prestación de servicios, en un movimiento no siempre muy bien recibido por los clientes. Pese al avance de la tecnología y la digitalización, la banca no ha explorado aún con decisión las posibilidades que ofrece el llamado «open banking», a través de la monetización de los datos de las transacciones de los clientes.
Diversos representantes de los grandes bancos españoles llevan años alertando de la potencial competencia de las ‘big techs’ en el negocio bancario y la falta de reciprocidad de las tecnológicas a la hora de compartir los datos obtenidos en operaciones de clientes. Sin embargo, y pese a las grandes inversiones en digitalización, el sector financiero español ha dado pocos pasos a la hora de tratar monetizar datos y extraer las posibilidades que ofrece el «open banking», quizás por miedo a pensar que este es un asunto donde no se visibilizan los ingresos tan rápido como los gastos.
Existen ya ejemplos de fintechs operando en el mercado que acreditan la obtención de ingresos desde el minuto uno. Un ejemplo lo constituye el ‘unicornio europeo’ Lydia, que ha creado una aplicación que puede categorizar los apuntes financieros de diversas cuentas, gestionar sus tarjetas, y también crear un IBAN y tarjetas propias, entre otras cosas. Esta compañía, por ejemplo, ha aprovechado los ingresos que ha generado la puesta en marcha de una estrategia que cubre el coste de la agregación de cuentas y atrae a los usuarios a suscribirse a ofertas de tarjetas premium. Estas tarjetas ofrecen a los clientes un sistema de devolución de un porcentaje de sus compras, que está financiado por los propios comercios, y de los que la fintech se lleva una parte.
Este es un ejemplo de que tanto los bancos y como las aplicaciones que ofrecen agregación de cuentas pueden poner en práctica un medio para compensar costes y generar ingresos a medida que los clientes se adhieren al sistema. En España ya tenemos otra fintech, Goin, que ofrece un sistema de recompensas a sus clientes con el mismo funcionamiento. Los usuarios de estos programas aumentan sus compras en un 40% con los comercios asociados, con lo que todos ganan: clientes, entidades financieras y comercios.
Puede que las esperanzas iniciales de generar ingresos rápidamente gracias a la banca abierta se hayan moderado. Y no es raro. Por término medio, el coste mensual de servicios de agregación de cuentas oscila entre 10 y 50 céntimos por usuario, lo que seguramente haya frenado algo su desarrollo, si bien no cabe duda que estos ejemplos que ya operan en el mercado muestran ya resultados en términos de ingresos.
De hecho, según Accenture la mayor parte de los directivos del sector opinan que la demanda de servicios de banca abierta crecerá un 76% entre los próximos tres o cinco años. A la hora de cuantificar los ingresos que los bancos pueden obtener de esta solución, las entidades participantes han observado unos ingresos medios de 6 euros por usuario al año. Lo que quiere decir que una participación de 1 millón de usuarios equivaldría a un aumento de 6 millones de euros en los ingresos. Según nuestros estudios, a la vista de la madurez del sector del marketing de pagos en España, la cifra podría ascender a más de 45 millones de euros en los próximos tres años.
El acceso a la información de los clientes será el combustible que impulse la modernización de los modelos económicos tradicionales en el sector financiero en los próximos años. La principal ventaja que ofrecerá la revolución de la banca abierta será crear un círculo virtuoso tanto para los bancos como para las empresas en beneficio del usuario, al tiempo que preserva la privacidad de sus clientes, garantizada por el nuevo papel de los bancos en esa economía en la que todos ganan.
Este artículo ha sido escrito por Jack Becheau La Fonta, Cofundador y responsable de España de Payled y ha sido publicado en ElEconomista.