El presidente de AEFI, Rodrigo García de la Cruz, ha concedido una entrevista a «El Debate» donde ha analizado diversos temas relacionados con Fintech e InsurTech, así como la desaparición progresiva del dinero en efectivo, las criptomonedas, o la amenaza de los gigantes tecnológicos sobre el negocio de la banca tradicional. –¿Qué aporta el sector fintech a…
El presidente de AEFI, Rodrigo García de la Cruz, ha concedido una entrevista a «El Debate» donde ha analizado diversos temas relacionados con Fintech e InsurTech, así como la desaparición progresiva del dinero en efectivo, las criptomonedas, o la amenaza de los gigantes tecnológicos sobre el negocio de la banca tradicional.
–¿Qué aporta el sector fintech a los ciudadanos de a pie?
En nuestro sector hay dos tipos de compañías: las que atienden al usuario final (Business To Consumer, o B2C) y las que se dirigen al usuario corporativo (Business To Business, o B2B). Las personas de la calle conocen más las compañías B2C (Fintonic, Revolut), pero las B2B tienen un volumen importante. Las B2C están siendo muy importantes para la inclusión financiera en lugares como Iberoamérica o África. Allí hay mucha gente que no ha tenido acceso a cuentas corrientes porque no ha querido o porque no ha tenido capacidad tecnológica. Con la llegada de los móviles, prácticamente todo el mundo dispone de uno y han aparecido los bancos o las plataformas de préstamos digitales. En el caso de los países más maduros, las fintech solucionan un problema; aportan un valor que no dan las compañías actuales desde un punto de vista innovador, muy digital y con una gran experiencia de usuario, o proporcionan acceso a servicios financieros que a lo mejor antes no tenías. Un ejemplo es PayPal, al que yo llamo el abuelo de las fintech. Básicamente soluciona el problema de cobrar y pagar por Internet de forma segura. No es que sea más barato; de hecho, muchas veces es más caro que un banco, pero soluciona un problema y la gente lo utiliza.
–Otros medios digitales provocan más recelo en cuanto la seguridad; por ejemplo, las criptomonedas
En la asociación tenemos trece verticales. Criptomonedas y blockchain es solo uno de ellos, pero es de los que más ruido genera. Bitcoin nació con una visión transaccional, pero obviamente hay quien lo ha visto como un activo de inversión. Hablamos recientemente con el presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) sobre esta cuestión. Hay compañías de criptomonedas que lo están haciendo muy bien, pero siempre hay algún listo que intenta aprovecharse. Creo que vamos a ver criptodivisas funcionando, pero hay que educar a la gente. Son inversiones de alto riesgo, y hay que estar muy bien informado. Las empresas de este tipo que están integradas en nuestra asociación cumplen un código ético, pero fuera de nuestro entorno hay quien no hace las cosas bien.
–¿Cómo ve la relación de la banca tradicional con el sector fintech?
En los últimos años ha habido un gran cambio. Antes de la pandemia lo veían como un entorno muy competitivo. Después se han dado cuenta de que tienen que digitalizarse más y ofrecer a los clientes lo que está apareciendo a nivel internacional. El sector fintech es muy global y muy democrático. Si aparece algo en EE.UU. y funciona, va a llegar rápidamente a España. Los bancos se han dado cuenta de que tienen que trabajar y colaborar con el sector fintech. Es esencial que pase, porque si no ocurre, el sector financiero no va a tener la capacidad de acelerar tan rápido en la innovación que su cliente le está pidiendo. Los países más avanzados financieramente son aquellos que tienen un sector fintech serio y colaborativo. Estamos viendo cómo los principales bancos a nivel internacional, JP Morgan, Citibank, Barclays, BBVA o Santander, están invirtiendo y comprando compañías fintech porque es la única forma de acelerar.
–Hace un tiempo se hablaba de que las grandes tecnológicas podrían comerse el negocio de los bancos. ¿Sigue siendo así?
La amenaza sigue, y siempre va a estar encima de la mesa. De hecho, desde que Apple lanzó el iPhone, no ha hecho más que entrar en servicios financieros. Ya tienes Apple Pay, la tarjeta integrada para poder pagar. Google también está haciendo de integrador de interacciones de banca en EE.UU. Lo que ocurre es que quieren estar en donde hay datos, comisiones, información, que es básicamente en pagos. No quieren entrar en productos como préstamos porque no pueden escalarlos. Google sigue teniendo licencia bancaria europea; otra cosa es que quiera utilizarla, pero podría hacerlo. Sus competidores asiáticos ya lo hacen todo. WeChat es un aplicación de ocio y social, pero sobre todo financiera: puedes pagar, ahorrar, transaccionar, invertir todo a través de una súper app. Es verdad que China es más fácil de escalar, y que en otros casos tendrías que ir país a país, pero es una amenaza que sigue estando ahí. Es la amenaza más grande que tiene el sector financiero junto con la del sector fintech, que también es muy importante. Ha habido una reestructuración muy relevante del sector financiero y una reducción de entidades. El cliente final tiene acceso a veces a menos oportunidades, pero el sector fintech las está cubriendo y está cogiendo cuota de mercado paso a paso.
–En una entrevista reciente decía que Francia invierte mucho en el sector fintech y España podría hacerlo más.
Estamos infinitamente mejor que hace cinco años. Hace seis o siete años solo había un fondo especializado en fintech y ahora hay muchos. Hemos dado un salto cualitativo espectacular, pero siendo autocríticos, nos queda mucho por hacer. Los volúmenes de inversión se Francia en fintech son brutales. En el primer trimestre se ha situado en el cuarto puesto a nivel mundial. Nos han adelantado por mucho. Sería bueno hacer entender al ecosistema en general la importancia que tienen las compañías porque al final, si no lo hacemos, nuestras ideas terminarán escalando menos rápido que otras o acabando en manos de otras extranjeras, que también es una pena para el talento nacional.
–Otro de los temas habituales de los que se habla en torno a su sector tiene que ver con el final del dinero en efectivo. ¿Cómo lo ve?
Es un camino sin retorno por varios motivos: primero, porque es muy ineficiente desde el punto de vista financiero y de gestión; segundo, porque obviamente los Estados van a tener mucho más control de las transacciones, y eso les interesa. También se están reduciendo los pagos en efectivo: antes podían hacerse hasta 3.000 euros, y ahora hasta 1.000. Por otro lado, el euro digital sigue avanzando y lo tendremos en Europa en tres o cuatro años. Algunos pueden decir que les interesa el efectivo porque funcionan en B, pero los que pagamos impuestos estamos en A. Creo que no hay que tener miedo al dinero digital. La pandemia ha sido un auténtico punto de inflexión. También hay quien dice que si no hay efectivo no se pueden dar limosnas. Hay soluciones tecnológicas para hacer microdonaciones. A día de hoy, todo lo que signifique pasarse al dinero digital o a la tarjeta de crédito son ventajas; incluso desde un punto de vista de salud: los billetes y las monedas tienen todas las bacterias del mundo. Los bancos están encantados y para las personas es mucho más cómodo.